🏡 El Efecto Cabaña

 
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“El hombre es un ser social por naturaleza.” – Aristóteles.


7:00 am. Te despiertas, te metes a bañar aún medio dormido. Te arreglas y sales con prisa al coche para evitar el tráfico de las entradas de oficina. Antes de llegar a tu trabajo, paras en una cafetería, donde ya te conocen los baristas porque pasas todos los días, y ya conocen tu pedido.

8:00 am. Llegas a la oficina, donde te saludan desde el portero del edificio, la asistente de la entrada, tus compañeros, y hasta tu asistente personal quien está esperando frente a tu puerta para brindarte los pendientes del día. Llamadas, juntas, comida con clientes, ir a hacer una presentación para obtener una nueva cuenta.

5:00 pm. Por fin has terminado tus pendientes en la oficina. Sales otra vez corriendo para llegar al gimnasio, donde, al llegar al vestidor, te encuentras con dos amigos que suelen ir a la misma hora que tú desde hace un par de años. Platican sobre su trabajo, el futbol, entre otras cosas. Te encuentras con tu entrenador, quien te explica la rutina del día. 

6:45 pm. Sales del gimnasio y te encaminas a casa, sabiendo que ya es la hora del tráfico, pero no hay mucho que hacer. Mientras, le llamas a tu mamá para platicar durante el camino, y ella te platica todo lo que tu sobrino (su nieto y su adoración) hace y deshace cada vez que lo ve.

7:20 pm. Finalmente llegas a casa. Cansado pero satisfecho con haber cumplido con las actividades del día, además con buen ánimo por haberte topado con compañeros y amigos en todos tus recorridos. Saludas a tu esposa y a tus dos hijos, quienes compiten por tu atención gritando uno sobre el otro sobre sus tareas y la obra de teatro escolar. Te reúnes con tu esposa en la cocina, quien está picando verduras, mientras tanto tú pones la olla para la pasta, y comienzan a platicar de su día.

8:30 pm. A cenar. La familia reunida en la mesa contando varias anécdotas. Tus hijos platican de sus amigos de la escuela, de la maestra, y siguen enfocados en la obra de teatro. Le platicas a tu esposa de la presentación de la nueva cuenta, y cómo notaste que todos prestaban atención y sonreían durante la sesión. Ella te cuenta también sobre su día, fue a enseñar dos casas a posibles compradores, a quienes recibió con sus famosas galletas que todos halagaron.

10:00 pm. Después de recoger y lavar los platos, acompañas a tus hijos a lavarse los dientes y a acostarse. Mañana tienes que salir más temprano del trabajo para ir a verlos a su obra escolar. Y ahora a dormir.

 

Este es un ejemplo de un día cotidiano de cualquier persona. Intentaremos enfocarnos en las interacciones sociales que esta persona tiene a lo largo del día, con cuánta gente conversa y comparte ideas o experiencias, y cómo todas las actividades del día también son tema de conversación al llegar a casa.

Ahora, pensemos en la situación actual de la pandemia. ¿Qué sería diferente? Probablemente nos levantamos un poco más tarde porque no vamos a manejar hacia nuestro lugar de trabajo, sino que caminaremos sólo a la sala para prender la computadora y empezar a trabajar. Habrá varias juntas en línea, pero la mayor parte del día estarás en silencio revisando correos y respondiendo, así como realizando presentaciones virtuales. No platicas con nadie, no puedes utilizar tu lenguaje corporal y tus expresiones faciales para atraer al cliente hacia tu propuesta, tampoco puedes ver la reacción de ellos durante tu presentación. 

Mientras tanto, tu esposa se divide entre tus dos hijos para conectarlos a sus clases en línea, uno en su computadora y el otro a través de su celular, por lo que ella se queda incomunicada mientras. 

Al terminar el día, van a la sala a hacer unas rutinas de ejercicio en línea, mientras los niños ven una película, donde empiezan a discutir y a pelear, por lo que tú y tu esposa tienen que suspender el ejercicio para irlos a calmar. 

A la hora de cenar, todos están cansados y en silencio, no hay mucho que contar. Hace tiempo no sabes nada de tus amigos del gimnasio, ni hablas tanto con tu mamá porque no tiene mucho que decir, ya que no ha podido ver a sus nietos.

 
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La mayoría de nosotros, algunos en menor grado que otros, hemos estado aislados durante este último año. Como menciona la frase al inicio del texto, el hombre es un ser social por naturaleza, necesitamos de la convivencia y de la interacción con otros para desarrollar nuestras habilidades desde la infancia, aprender a conversar, a esperar el turno, a compartir, a enganchar a otros para que consuman nuestro producto o servicio, así como consumir los de otros. Además, todas estas experiencias también nos brindan tema de conversación y enriquecen nuestras ideas y pensamientos. 

Actualmente, hemos estado sujetos a convivir únicamente con las personas con las que vivimos en casa, incluso algunos que viven solos, únicamente interactúan vía telefónica o por videollamada.

 

¿Todo esto nos afectará? ¡Claro que sí!

 

Inicialmente, la mayoría sentía desesperación por salir, volver a ver a sus amigos, platicar, reír. Hasta extrañamos ir al trabajo, pues estar dentro de las mismas 4 paredes es agotador y frustrante. Después de un par de meses, estamos irritables, menos tolerantes con las personas con las que vivimos, pues al estar viéndose todo el día y al no tener más que hacer, comenzamos a fijarnos en las cosas que nos molestan. ¿Por qué usas tantos vasos? ¡No subas los pies al sillón! Llevas 4 horas sentada en el mismo sillón viendo el celular, ¡haz algo productivo!

Anteriormente no estábamos vigilando a nuestro familiar todo el día, ni él a nosotros, por lo que cada quién realizaba sus actividades a su tiempo y a su estilo, pero ahora, ya cualquier cosa que haga el otro nos puede parecer molesta.

Pasan más meses, un año. Tu mamá ya está vacunada, por lo que ya puede ver a sus nietos, tiene más ánimos y te habla por teléfono a contarte. ¡Cómo han crecido! Ya corren y cantan. 

Te invita tu mamá a visitarla a su casa, pero, como que ya te sientes muy cómodo en tu sala. ¿Manejar otra vez? Ay no, qué flojera. Y platicar con otras personas, no tengo ánimos, ni siquiera se me ocurre de qué platicar. A esto le llamamos “el efecto cabaña”. Al inicio, crisis sanitaria, después crisis económica, y ahora crisis de salud mental. El efecto cabaña nos ha afectado a todos de una manera u otra. Ya no estamos acostumbrados a esperar nuestro turno en la fila de la cafetería, ni a hacer 40 minutos de tráfico para ir al gimnasio, ni tenemos tema de conversación porque no sucede nada nuevo dentro de casa. A la hora de retomar ciertas actividades, como volver a la oficina, visitar a la familia, o reunirse con amigos, ya no tenemos la misma paciencia de antes, ya nos acomodamos a la soledad y a hacer las cosas a nuestra manera en nuestro espacio. 

Muchas personas han presentado miedo a salir, miedo a convivir, no sólo por el miedo a contagiarse, sino porque este año nos hemos vuelto menos tolerantes y más aislacionistas, por lo que volver a convivir con otros nos puede generar angustia e incluso parecer un enorme esfuerzo.

Pero, ¿cómo es que al inicio de la pandemia sólo pensábamos en volver a salir y ver a nuestros amigos, en ir de viaje, en retomar nuestras actividades diarias?, y ahora existe esta sensación extraña de preferir quedarse en casa, pedir comida y el super por internet, nos olvidamos de las filas, del tráfico, de hablar con la gente.

Nos han quitado parte de nuestra naturaleza, que es socializar e interactuar. Y ahora retomarlo no es tan fácil. El aislamiento afecta nuestra salud mental de varias formas, principalmente generando ansiedad y trastornos del estado de ánimo, como la depresión.

Primero que nada, quiero que todos estemos concientes de lo que fue este año para nosotros. Algunos nos enfermamos, o nuestros familiares, incluso perdimos a seres queridos. Son experiencias traumáticas, además de un proceso antinatural para el ser humano. Por lo que hay que aceptar que es esperable presentar cambios en el estado de ánimo, dificultad para relacionarnos, miedo, angustia, intolerancia, irritabilidad, entre otras cosas.

Ahora, ¿qué podemos hacer?. Bueno, ya aceptamos que este último año fue un proceso al que tuvimos que adaptarnos. Es momento de retomar nuestras actividades y, al mismo tiempo, cuidar de nuestra salud mental, que la habíamos dejado a un lado. Todo esto, tomando en cuenta aún las restricciones y las medidas sanitarias. Pero al final, tenemos que volver a interactuar porque lo necesitamos, tanto para nuestro desarrollo profesional, como para seguir nutriendo nuestra mente con la convivencia y las conversaciones de otros.

 

Algunas medidas básicas para cuidar de nuestra salud mental y reintegrarnos a nuestra vida cotidiana dentro de lo posible, son las siguientes:

  1. Tener un horario establecido para despertar. Es posible que algunos de nosotros, debido al home office o a tener que suspender nuestro trabajo por las restricciones sanitarias, ya no tengamos horarios tan fijos e inflexibles para trabajar. Esto puede hacer que nos volvamos más laxos a la hora de despertarnos, sin prisa de llegar a algún lugar, por lo que empezamos a despertar más tarde, lo cual afecta nuestro ritmo circadiano (alerta/vigilia), generando que por las noches nos cueste más trabajo dormir, o no tengamos un sueño de buena calidad. Entonces, al siguiente día estaremos más cansados y más irritables, y ahora menos ganas vamos a tener de levantarnos de la cama. Intenta establecerte una hora fija para despertar todos los días (incluso fines de semana), y empieza a activarte, así como no saltarte el desayuno.

  2. Ambiente adecuado para trabajar. Si sigues trabajando desde casa, lo ideal es crear un área destinada para esto, con los elementos necesarios para estar cómodo y concentrado, y rendir bien en las actividades. Nada de trabajar con la laptop acostado en tu cama. Como si fueras a la oficina, te bañas y te arreglas, te preparas tu café y te colocas en un escritorio con una silla cómoda. Una buena iluminación, de preferencia en una habitación separada para evitar distracciones. Ahora, si no es posible estar en una habitación a solas, también hay que entender que es normal si de pronto se escucha la licuadora o el bebé llorando durante las juntas. Pensémoslo así, ¿el bebé está interrumpiendo en tu oficina? ¡No! Más bien, el trabajo vino a meterse a nuestras casas, así que si hay ruidos de casa durante las videollamadas, no nos debe generar preocupación, ya que todos estamos en la misma situación.

  3. Descansos. Idealmente, esto también debemos hacerlo en la oficina/área de trabajo. Dentro de lo posible, sin interrumpir llamadas o reuniones importantes, colocar un temporizador y cada hora pararnos de nuestra silla, asomarnos a la ventana, dar unos pasos, estirarnos. Esto ayudará a relajarnos, despejarnos, además de hacernos más eficientes al activar nuestra circulación, lo cual ayuda a la memoria y a la atención, además de evitar vista cansada, dolores de cuello, espalda y piernas.

  4. Hora de comida. En la mayoría de los trabajos, tenemos derecho a nuestro momento de comer. Así que, así como te salías una hora de la oficina para ir a un restaurante, o ir al área común a comer tu lunch, en casa hazlo también. Date tu tiempo y espacio para disfrutar de tu comida, sin hacerlo con prisas junto a la computadora. Come en el comedor, sin el celular, prestando atención a los sabores de cada alimento. Estar en el momento. Esto nos ayuda tanto a relajarnos, como a la adecuada digestión.

  5. Actividad física. Ya sea por las mañanas o por las tardes, realizar ejercicio al menos 30 minutos al día. Si no podemos acudir a un gimnasio o a alguna clase, existen miles de otras opciones. Salir a caminar o a correr, inscribirnos a una clase en línea, buscar rutinas en YouTube. La actividad física es muy importante no sólo para mantenernos en un peso saludable, sino para otros muchísimos beneficios en nuestro cuerpo. Regula el sistema cardiovascular, manteniendo una adecuada frecuencia cardiaca y presión arterial, incrementa el flujo sanguíneo a todos nuestros músculos, y hasta a nuestro cerebro. El sistema musculoesquelético también se fortalecerá, incluso nuestro sistema inmunológico que nos protege de infecciones. Además, promueve la neurogénesis (formación de nuevas neuronas), manteniendo nuestro cerebro joven y activo. También, al realizar actividad física, se estimula la liberación de neurotransmisores como dopamina, serotonina y noradrenalina, todos éstos encargados de regular nuestro estado de ánimo y bienestar.

  6. Convivencia. Ya sea que sigues aislado en casa, o empiezas a reunirte con algunas personas (al ya estar vacunados y mantener medidas de seguridad como uso de cubrebocas y no conglomeración), tienes que reaprender a socializar. Puede llegar a ser muy cómodo estar solo acostado viendo la tele o el celular, pero, como ya mencionamos anteriormente, no es natural para nosotros. Empieza por dedicar un par de horas a platicar con otros sin distracciones, es decir, sin utilizar el celular ni la televisión. Al principio es posible que no encontremos de qué hablar ya que hemos pasado tantos meses en casa sin que suceda nada nuevo. Pero siempre hay algo de qué hablar. Recordar anécdotas pasadas, noticias, programas de tele o películas que hemos visto, hasta de lo que nos enteramos por las redes sociales. Hay que acostumbrarnos nuevamente a saber convivir con otros. No hay prisa. Poco a poco encontrarás nuevamente ganas de salir de casa y de ver a otros, y al irlo haciendo, te resultará más fácil cada vez.

  7. Alimentación sana. Es muy común que con el aburrimiento, ansiedad, tristeza, enfoquemos nuestras emociones a la comida. Estoy aburrido, voy a la cocina por un postre. Hoy estoy triste, me merezco unas galletitas. Y por supuesto que no tiene nada de malo disfrutar de estas comidas, sin embargo, debemos encontrar un balance en nuestra alimentación. Ya sea de la mano de un nutriólogo, o con lo que ya sabemos, incluir todo tipo de alimentos en nuestra dieta, saber identificar cuando ya estamos llenos, cuando tenemos hambre o simplemente antojo, y aprender a escuchar a nuestro cuerpo. Es importante saber que todos los grupos de alimentos son necesarios para el adecuado funcionamiento de nuestro cuerpo, como desarrollo muscular, cerebral y hormonal. Además de mantener niveles sanos de glucosa, colesterol y triglicéridos en sangre, vitaminas y minterales; todo esto a través de una alimentación completa y balanceada.

  8. Hobbies. Nunca debemos de olvidar las actividades que hacemos por puro gusto. Ya sea en grupo o a solas, continuar con estos pasatiempos nos permitirá disfrutar, despejarnos, y en ocasiones entrenar nuestra mente. Pueden ser deportes, juegos de mesa, videojuegos, lectura, pintura, dibujo, cocinar, manualidades, lo que sea. Pero siempre tenemos que dejar un espacio para disfrutar y estar en contacto con nuestros gustos y preferencias.

  9. Sueño. Dormir bien no es cualquier cosa. Requiere de varios factores para poder presentarse, y tiene un sinnúmero de beneficios en la salud. Además de sentirnos descansados al siguiente día, durante el sueño se regulan también niveles hormonales, se regenera el músculo tras la actividad física, se consolidan memorias y recuerdos, y muchas cosas más. Como mencionamos previamente, el tener un horario fijo para despertar, también ayudará a que la hora de dormir sea satisfactoria. Intentar ir a la cama siempre a la misma hora, para dormir entre 7 y 9 horas cada noche. Procurar no utilizar pantallas al menos una hora antes de dormir. Tener una adecuada temperatura en nuestra habitación, sin ruido ni luces. Crear una rutina para antes de ir a la cama, como lavarse los dientes y la cara, leer un capítulo de un libro o hacer una lista de pendientes para el día siguiente ayudará a apagar nuestra mente y alcanzar un estado de calma adecuado para dormir. 

  10. Identificar emociones. Validar el sentirnos enojados, tristes, preocupados, ansiosos, o cualquier otro sentimiento. Como comentamos previamente, es esperable presentar cambios en el estado de ánimo en situaciones de cambios en el estilo de vida, es un proceso adaptativo. Tomarnos unos minutos para identificar cómo nos sentimos, qué pensamiento nos genera ese sentimiento, y cómo podemos mejorarlo. No hacerlo desaparecer, no olvidarlo ni invalidarlo, sino mejorarlo. Escribirlo, platicarlo, leyendo al respecto, puede ayudarnos a entenderlo y aceptarlo.

 

Si a pesar de intentar retomar nuestras actividades normales y tomando en cuenta estos puntos básicos, percibimos que aún continuamos muy desganados, tristes, cansados, con problemas del sueño o de la alimentación, dificultad para concentrarse, pérdida de la capacidad de disfrutar, con preocupaciones excesivas y ansiedad, irritabilidad e intolerancia incontrolable, tomar en cuenta la necesidad de acudir con un profesional de la salud mental. Si a pesar de tomarte un analgésico y ponerte una pomada te sigue doliendo el pie, irás con un ortopedista. De igual manera, hay que procurar atender nuestra salud mental con un profesional cuando las medidas básicas no son suficientes.


Dra. Gabriela Alonso Palacios

 
Alejandra Sánchez